Una de las historias más curiosas que circulan por Internet,
es la de la existencia de un satélite artificial que orbita nuestro planeta
cada 15 o 20 años, conocido como “el caballero negro”.
La historia se remonta a 1899. Por esa fecha, Tesla se
trasladó a un laboratorio en Colorado Springs para iniciar sus experimentos con
alta tensión y mediciones de campo eléctrico. Durante los ocho meses que estuvo
allí, dedicó parte de su tiempo a desarrollar receptores de pequeñas señales y
a medir la capacidad de una antena vertical. Durante sus observaciones, Tesla
captó una señal periódica que provenía de algún lugar del espacio.
Pero no fue hasta el 14 de mayo de 1954 cuando la historia
del satélite de origen desconocido cobró forma. En el diario “St Louis Post
Dispatch” y en el “San Francisco Examiner” aparecieron sendos artículos en los
que se mencionaba la presencia de dos satélites en la órbita de nuestro
planeta, en una época, no lo olvidemos, en la que ninguna nación había colocado
todavía ninguno (el Sputnik se lanzó a finales del 57).
Según la NASA, lo que se ve en estas imágenes son restos del
propio trasbordador.
¿Es verdad que hay un satélite orbitando la Tierra, con
miles de años de antigüedad, emitiendo una invitación para un encuentro entre
civilizaciones? ¿Por qué nos lo están ocultando?
Si te gustan este tipo de historias, no sigas leyendo, pero
si prefieres conocer la verdad, deberías.
En 1899 Nicola Tesla captó la señal de un púlsar. Un
púlsar es una estrella de neutrones que emite radiación periódica. Los púlsares
poseen un intenso campo magnético que induce la emisión de estos pulsos de
radiación electromagnética a intervalos regulares relacionados con el periodo
de rotación del objeto. De hecho, cuando en 1967 Jocelyn Bell y Antony Hewish
descubrieron oficialmente el primer púlsar, también creyeron que habían
contactado con una civilización inteligente, ya que la periodicidad de la señal
parece eliminar la posibilidad de ser un fenómeno natural.
Las noticias de 1954 en las que se afirmaba la existencia de
uno o dos naves orbitando la Tierra son, si nos ponemos a leerlas, notas
sarcásticas en las que se habla de Donald Keyhoe, un piloto del ejército
americano, que en 1950 se hizo famoso al afirmar que los Estados Unidos estaban
realizando experimentación sobre OVNIs, y que por ese año estaba promocionando
su libro “Platillos volantes del espacio exterior”. Para ello no se le ocurrió
otra cosa que testificar que el secretario de las fuerzas aéreas era consciente
de la existencia de estas dos naves, algo que fue inmediatamente desmentido,
como se describe en los artículos. (Pinchad en la fotografía para ampliarla y
poder leerla).
Los Discoverer fueron una serie de satélites de
reconocimiento que se lanzaron entre 1959 y 1972. El 14 de agosto de 1959 el
retrocohete del Discoverer VIII fue activado desde tierra pero la nave no
estaba en la posición correcta y lo que ocurrió fue que en vez de decelerar y
entrar en la atmósfera, salió disparado a una órbita más elevada y se dio por
perdido. La red de escaneo de satélites Dark Fence, que se puso en
funcionamiento a finales de 1959 detectó este objeto en Febrero de 1960, pero
unos días después se consiguió identificar como el satélite Discoverer VIII
perdido meses atrás. Esta noticia (también publicada en medios como Time, en
referencias) no suele ser citada en los sitios web que hablan del Caballero
Negro.
Gordon Cooper no vio ningún OVNI en su misión espacial. El
lo negó siempre, como podemos leer en la revista Space.
Cooper negó rotundamente la tan repetida afirmación por
varios autores a lo largo de los años, entre ellos Allen Hynek y Jacques Valle,
de que vio a un objeto en su misión Mercury 9 en 1963. En el programa “Costa a Costa”,
Cooper decía:
“No. Alguien hizo un buen montón de dinero vendiendo…
mentiras como esa. Es totalmente falso.”
La interpretación de los LDEs (ecos de largo retardo)
realizada por Duncan Lunan, no deja de ser un ejercicio de imaginación. Cuando
se lanza una señal a la atmósfera, en ocasiones llega devuelto un eco tras un
periodo de hasta 15 segundos. El retraso es tan grande que no puede ser
atribuido a condiciones atmosféricas o a tormentas magnéticas. Hasta ahora la
causa sigue sin entenderse del todo, pero la interpretación de la aleatoriedad
de los ecos puede hacerse de la manera que más interese. Los LDEs se deben a un
fenómeno atmosférico que pronto entenderemos.
Las fotografías de la NASA son de plásticos, restos de
envoltorios e incluso gorras que se dejan en el compartimento de carga del
trasbordador, y que salen al espacio cuando se abren las compuertas de la
bodega de carga. Así me respondieron en 2010 a un mensaje que le envié al JPL
para preguntarles por otro objeto similar fotografiado en la misión STS-98. Los
objetos que se mueven a baja velocidad relativa respecto a la nave, como el
fotografiado en la misión STS-88, proceden del mismo trasbordador.